Interpretando tendencias

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El orden y la serenidad de Ailanto, inspirado una vez más en el arte, constituyen la luz y la armonía del segundo día de Cibeles, lleno de pinceladas de color, futurismo, elegante caos y comedidas estridencias.

Una puesta en escena sencilla, que consiste solamente en el juego de los focos y el suelo de la pasarela, acompaña durante toda la jornada, con la excepción del desfile de Juana Martín, que nos impregna una vez más, de las costumbres de su tierra. Una Andalucía tradicional y lúgubre envuelve la sala con el olor del incienso, la salida de un monje al son del repique de unas campanas, la imagen de una vieja parroquia y el alma de sus diseños, repletos de componentes históricos y religiosos pero con detalles de sus elementos habituales: los bordados y los volantes. Las cruces, las flores, los encajes y una gama de colores negros y toques de blanco, presente en todas sus colecciones, nos transportan a la más antigua de las tradiciones: el luto. Todo esto, junto con las bombers, los lazos y los matices lenceros, conforman un contraste entre tradición y moda, que supone un paralelismo con la pena de una pérdida y el deseo de seguir sintiéndose mujer.

 

Diseños en el desfile de la colección otoño-invierno 16/17 de Juana Martín.

El minimalismo de los años 40 de Moisés Nieto exalta un tema muy trascendental: la liberación de la mujer de la posguerra. Un hermoso colorido y un toque futurista pasean en prendas de cortes rectos, en sus usuales dos piezas, esta vez con pantalones Capri y faldas midi, en pieles sintéticas, cuadros, encajes y maxipendientes. Este desfile precedió al estreno de ManéMané en Cibeles: un debut valiente, lleno de caos y desorden, alejado de sus dos anteriores colecciones presentadas en EGO, impecables, pulcras y llenas de luz. Algunos elementos vintage reinventados con rotos, deconstrucción y lazos que recuerdan la feminidad, como chaquetas y pantalones de tejidos ingleses, jerseys de ochos y camisetas deportivas, han sido usados por Miguel Becer para dar vida a una colección inspirada en una reunión de amigos que transforma y mezcla prendas para salir de fiesta. 

 

 

Desfiles de la colección otoño-invierno de ManéMané y de Moisés Nieto (arriba).

Después de la expectación y el impacto de los primeros, una dulce espera se refleja en las caras relajadas y sonrientes. Sin perder su esencia, Ailanto trae el aire fresco, la tranquilidad y el romanticismo de la naturaleza con estampados inspirados en los paisajes del pintor Lawren Harris, con colores como el nude, el violeta rosado y el verde mar y con tejidos suaves y con movimiento, como la seda. El aire retro se ve en tejidos más gruesos, como la lana y el punto, en colores más otoñales y acompañado de unos maravillosos zuecos de ante y de pequeños capazos de mimbre teñido. Un conjunto de diseños en el que afloran los jumpsuits o monos y los vestidos largos de sencillas y sutiles líneas, combinados con collares tribales, dan forma y color al elegante paisaje de los Ailanto.  

 Carrusel final del desfile de Ailanto. Colección otoño-invierno 16/17
 

La obsesión por el espacio de Amaya Arzuaga se plasma esta vez a través de la gravitación y vuelve a sorprender con una de sus técnicas, que consigue que el crepé tenga un efecto parecido al neopreno. Los volúmenes, que en esta ocasión parecen flotar alrededor del cuerpo gracias a un esqueleto de tul color carne, constituyen la clave de la colección, la mujer como centro de todo. Elementos decorativos, como el espejo, dan brillo al color principal, el negro, que contrasta también con prendas de color rojo anaranjado, rosa cuarzo y verde petróleo. El punto no podía faltar, y se presenta de una manera exquisita, original y artesana. 

Modelos de Amaya Arzuaga en el backstage en los momentos previos al desfile otoño-invierno 16/17.

El toque sexy lo puso Juan Vidal con su deseo de recuperar una faceta sensual y menos comercial que hacía algunos años que no veíamos. La libertad de la vida nocturna de Linda Lovelace, una actriz porno, ha sido la inspiración del diseñador. Con el negro como protagonista y con su prenda fetiche, el vestido, Juan Vidal trae la nocturnidad y sus luces con pinceladas de rosa fucsia, marino y azul Klein y con matices futuristas en forma de brillos. Los escotados y transparentes diseños de tul bordado, seda y crepé, de los que cuelgan lazos, se combinan con prendas exteriores, como sugerentes plumones o abrigos de paño y piel que dejan al descubierto un hombro. El calzado de charol realza el sentido de esta colección, que añade una mujer más a su lista de originales historias contadas.  

Modelo de Juan Vidal en el backstage. Otoño-invierno 2016/2017

Una maravillosa combinación de tendencias diversas interpretadas de manera muy personal por cada uno de estos diseñadores y que permite a los espectadores participar en las distintas historias narradas a través de formas, colores y materiales.