Madrid vive la moda con una nueva edición de Mercedes-Benz Fashion Week

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Mercedes-Benz fashion club será el hostpost de la pasarela madrileña, un punto de encuentro para los amantes de la moda y las tendencias, contando con diseñadores emergentes como Miguel Becer (Mané Mané) y ya consagrados como la andaluza Juana Martín.

Manémané apuesta por el pelo “wet” una de las tendencias que pisa con más fuerza en las Semanas de la Moda Internacionales desde hace ya un par de temporadas.El equipo de peluquería de MBFWM ha simulado el efecto húmedo aplicando espuma a discreción de raíces a puntas. Después, la melena se recoge en una coleta baja, con volumen en la nuca y el flequillo se deja caer sobre el rostro, dejando entrever el trabajo de los ojos, con sombra plateada en crema.

Manémané es uno de los debutantes en esta edición de la pasarela. El diseñador de origen cacereño presentó un ‘mix’ de influencias de lo más diverso, desde una deconstrucción de chaquetas de caza con cuadro escocés deshilachadas y con las costuras al biés hasta el hip-hop o el boxeo, a través de abrigos-bata con capucha, vaqueros anchos que se abren en los tobillos, tiras que cuelgan de absolutamente todo y pantalones que imitan al chándal en medio de looks que también tiran de pieles o satinados. El ‘patchwork’ pop y los logos tenían su momento, justo antes de unas últimas salidas en negro riguroso, a lo institutriz gótica, con lazos blancos moteando los vestidos.

Juana Martin,

Una iglesia renacentista como telón de fondo y un monje que balancea un botafumeiro que inunda la pasarela Cibeles de un perfume eclesiástico que invita al recogimiento. 

Suenan cantos gregorianos en latín y el fraile deja paso a las mujeres de Juana Martín: como encerradas en La casa de Bernarda Alba, las primeras salidas reflejan aún el fuerte folclore andaluz a través de largas túnicas negras, algo de los volantes flamencos que encumbraron a esta cordobesa, conjuntos de felpa perchada y jerséis de lana virgen. “Mezclar la lana con el encaje y el guipur es uno de los desafíos de esta temporada”, nos cuenta la diseñadora minutos antes de salir a escena. O de entrar en capilla, mejor dicho.

Una colección sobria, serena, que juega con el cromatismo de los grises (y algún destello amarillo) sin renunciar al blanco y al negro, señas de identidad de una muestra en la que este año sus lunares y estampados mutan enrosarios y cruces impresas en blusas y vestidos. “La cruz es el símbolo de la temporada, pero las flores también tienen cabida en mi invierno: la mujer, que se debate entre el respeto a sus tradiciones y la necesidad de luz y vitalidad, explora la forma de recuperar su feminidad y de poder transmitir sus emociones”. La cal blanca de las paredes del sur aparecen también para sofisticar vestidos de mangas abullonadas y grandes lazadas al cuello y faldas midi con bajo de volantes.

La felpa y la lana otorgan el aspecto rústico mientras que el encaje y los volúmenes recuperan el lujo, alejándonos de la oscuridad del Renacimiento. “En los cortes prefiero la silueta oversize, pero añado mangas ranglan y de estilo nipón. Y la novedad: tanto la bomber bordada como otras prendas deportivas, como las sudaderas, conviven con mis faldas midi y mis blusas refinadas… ¡pero con cruces!”.

Modernidad y deconstrucción de ManeMane y tradición de cruces de Juana Martín que remueven las fibras de la Moda.